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Violencia y crueldad en los delfinarios de México

El mito de la “sonrisa del delfín” ha servido para sostener el maltrato y la explotación de esta especie en cautiverio.

#QuintanaRoo

10 de enero de 2025

Un reportaje de Luz Baena


¿Has leído o has escuchado hablar sobre la “sonrisa del delfín”? La industria de los delfinarios, como parte de su estrategia de negocio, ha creado narrativas falsas para atraer visitantes y turistas a los espectáculos que ofrecen, ocultando el maltrato, la violencia y la crueldad que se ejerce en contra de los mamíferos marinos que son entrenados para trabajar.


El mito de la “sonrisa del delfín” se basa en aseveraciones engañosas como que los delfines son risueños y amistosos por naturaleza, que son felices cuando juegan con seres humanos o hacen acrobacias en los shows, que viven agradecidos por no tener que cazar y ser alimentados en pequeños tanques de agua clorada, o que les gusta brindar delfinoterapia a niños con problemas cognitivos o emocionales porque nacieron amables y solidarios.


La realidad, basada en evidencia científica, es que los delfines muestran esa “sonrisa” incluso cuando sufren dolor, están deprimidos o van a morir, también cuando los cazadores les insertan varillas de metal en la espina dorsal para desangrarlos en el océano y quitarles a sus crías, mismas que irán a dar a los acuarios para entretener turistas y convertirse en supuestos terapeutas de los clientes que entran al agua con ellos, aun cuando los beneficios de la delfinoterapia carecen del aval de un estudio serio y concluyente. Los delfines aparentan sonreír mientras los entrenan a base de hambre y golpes, mientras los rayos solares les causan problemas de la piel, cataratas y ceguera por la exposición permanente, mientras son confinados en jaulas de agua, muchas de ellas a pocos metros del océano de donde fueron arrebatados.

En resumen, la “sonrisa” del delfín” es simplemente la forma anatómica de su boca, no un signo de eterna felicidad, ni una invitación al acercamiento humano, mucho menos a la privación de su libertad.


Estas narrativas que manipulan la información para mantener abiertos los delfinarios han contribuido a que se promueva el foot push (empujar el pie) como la pirueta más aplaudida en los espectáculos de exhibición, la cual consiste en que el delfín tenga que remolcar, cargar y empujar a una persona con la punta de su hocico (espiráculo) o con su cabeza, no importando si el cliente es una niña de siete años o un hombre que pesa cien kilos. La eterna “sonrisa del delfín” es utilizada para levantar personas ávidas de diversión, quienes desconocen que dicha acrobacia puede provocarles dislocación de mandíbula.

“Con su trompa, los delfines tienen que cargar personas sin un límite de peso y esto les provoca fracturas axiales, es decir, en toda su columna, con un dolor increíble, tomando en cuenta que estos mamíferos reciben el sonido o las señales sonoras por la mandíbula inferior, así que son sumamente sensibles en esta zona de su anatomía”, explica Mariel Tejeda, coordinadora nacional de Empty The Tanks México, en entrevista exclusiva.


Tejeda es egresada de la carrera de Negocios Internacionales por el Instituto Politécnico Nacional y cuenta con una maestría en Ciencias en Uso, Manejo y Preservación de Recursos Naturales enfocada en Biología Marina, con investigación bioacústica y estudio del comportamiento de delfines, en el Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste (La Paz, Baja California). Asimismo, ella es asesora ambiental e instructora de buceo.


“Detrás del entrenamiento de los delfines en cautiverio, una vez que son capturados y trasladados durante horas en camiones (muchos de ellos mueren en el trayecto), hay hambre o privación del alimento. Se le llama condicionamiento operante a base de recompensa y regaño. Es un abuso porque sólo reciben comida si hacen el truco que les están enseñando durante muchas horas todos los días. Es un esclavismo total hacia la especie y un abuso a su integridad”, explica la activista.

“También viven privación de los sentidos. Por ejemplo, los delfines se comunican a través del sonido en el océano, pero, en cautiverio, no pueden comunicarse adecuadamente porque el espacio es sumamente reducido, y entonces se genera eco y cacofonía que los altera y estresa. Hablamos de delfines que llegan a medir tres metros de largo, pero que viven en piscinas para humanos, como el delfinario del Hotel Barceló Maya Grand Resort en la Riviera Maya, cuya alberca mide solamente 20 metros de largo y dos metros de profundidad, espacio donde sobreviven cuatro delfines”, describe Mariel Tejeda, recordando que, en vida libre, estos mamíferos recorren hasta 100 kilómetros diariamente y se sumergen hasta 300 metros en el océano.

La organización internacional Empy The Tanks trabaja activamente para prohibir la explotación de mamíferos marinos en cautiverio, como delfines, ballenas, lobos marinos, focas y manatíes. Su coordinadora en México refiere que los delfines en cautiverio son alimentados con pescado congelado que, en el proceso de descongelamiento, pierde nutrientes. Por tanto, tienen que darles multivitamínicos e hidratación a través de una sonda introducida en el esófago, lo que puede provocarles lesiones o úlceras gastrointestinales.

“Por si no fuera suficiente, también los violan. Como en México se prohibió la importación de mamíferos marinos y la captura en vida silvestre desde 2002, se intensificó la reproducción en cautiverio, la cual trae como consecuencia que no haya diversidad genética porque se reproducen entre parientes (a esto se le llama endogamia). ¿Cómo lo resuelve la industria? Van a masturbar a los delfines en vida libre en el mar, les sacan el semen para guardarlo en bancos seminales, como los que tienen en el delfinario de Puerto Aventura (Quintana Roo), y después inseminan a las hembras, metiéndoles contenedores en la vagina. Esto es un procedimiento invasivo, no natural. Lamentablemente, muchos de los científicos que trabajan para la industria del turismo piensan que la inseminación artificial es algo conveniente. No tienen ética. Esto no es conservación”.


Después de los espectáculos para diversión de los humanos, estos mamíferos acuáticos quedan sumamente deprimidos y estresados. Según Mariel Tejeda, el estrés es factor de agresiones entre ellos, lo que ha ocasionado muerte por peleas en la alberca, especialmente entre machos. Dicho estrés pone en riesgo, por supuesto, a los turistas que interactúan con los animales.


“Muchos de los delfines y lobos marinos han mordido a personas, pero la industria no lo reporta como debería o lo esconde. Tenemos evidencia de ello a través de fotografías. Los entrenadores obligan a los delfines a ‘dar besos y abrazos’ a la gente, pero, en realidad, interactuar con delfines en cautiverio no es una actividad segura. Es muy peligroso. No hay que olvidar que son animales salvajes, silvestres y predadores, no domésticos. Además, muchas veces los mantienen en muy malas condiciones de higiene en las albercas y así entran los turistas a nadar con estos animales. Esa agua es un caldo de cultivo para la proliferación de gérmenes patógenos, ya que los delfines orinan y excretan allí”.


Dónde están los delfinarios mexicanos


Empty The Tanks documenta continuamente el número de delfinarios que existen en México y cómo funcionan. Hoy en día, en nuestro país se tienen registrados 33 delfinarios, donde sobreviven aproximadamente 450 delfines en cautiverio, que son explotados y maltratados con fines de lucro, a pesar de la vigencia de la Ley General de Vida Silvestre y la reciente entrada en vigor de la reforma constitucional para incorporar la protección de los seres vivos como principio fundamental de las políticas públicas y prohibir el maltrato a los animales.


“La cifra es estimada”, explica Mariel Tejeda, “ya que los reportes solicitados a la Dirección General de Vida Silvestre de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) mencionan que no hay un seguimiento puntual ni existe una obligación por contabilizar los nacimientos y las muertes”.


Mientras en la Ciudad de México se prohibieron los delfinarios en 2018 y va creciendo la popularidad de los movimientos en contra del maltrato animal en todo el mundo, ocho estados de la República Mexicana tienen delfinarios abiertos al público.


Actualmente, de acuerdo con la organización Empty The Tanks, el número de delfinarios por estado es el siguiente:


• 18 en Quintana Roo

• 5 en Jalisco (3 en Puerto Vallarta, 2 en Guadalajara)

• 1 en Sonora (le pertenece al gobierno de dicho Estado)

• 3 en Baja California Sur

• 3 en Guerrero (Acapulco)

• 1 en Guanajuato (principalmente usado para reproducción de delfines)

• 1 en Veracruz

• 1 en Sinaloa (en Mazatlán, que incluso tiene pingüinos)


Quintana Roo es el estado con el mayor número de delfinarios ubicados a lo largo de la Riviera Maya, que son manejados por tres empresas: Delphinus, Dolphin Discovery (recientemente cambió su nombre a The Company Dolphin) y Dolphinaris. En el estado de Guerrero opera la empresa Delphinity; en Guanajuato, Splash; y, en Baja California, Cabo Dolphin, por citar a algunas.

El último reporte de la Semarnat respecto al número de UMAs (Unidades de Manejo para la Conservación de Vida Silvestre) y de PIMVS (Predios o Instalaciones que Maneja Vida Silvestre), así como el número de mamíferos marinos en ellos, fue emitido en el año 2018. En este, algunos predios (Dolphin Discovery y Dolphinaris) llevan el estatus “Clasificado como reservado” por tratarse de secreto industrial o comercial.


En 2023, Empty The Tanks solicitó a la Semarnat, a través del Sistema Nacional de Transparencia, información actualizada y la revocación de los acuerdos de confidencialidad con las dos empresas de delfinarios. Entre los datos requeridos por el colectivo, figuran puntos como las muertes de mamíferos marinos en cautiverio y sus causas, los métodos de reproducción y la atención a las actas con denuncias de maltrato. Al día de hoy, la solicitud sigue sin respuesta.


La alternativa de los santuarios


Mariel Tejeda explica que la industria de los cruceros es una fuente muy importante de clientela para los delfinarios en Quintana Roo, con turistas atraídos por la narrativa de que los delfines necesitan caricias y juegos con humanos debido a su naturaleza alegre y su sonrisa permanente. El marketing sigue ocultando la violencia y la crueldad que hay detrás de los delfinarios en México y el mundo.


Los 33 delfinarios que aún funcionan en nuestro país contrastan con la tendencia mundial de cuestionarlos y cerrarlos. Siete países los han prohibido: Chipre, Eslovenia, Croacia, Costa Rica, Chile, India y recientemente Bélgica. Suiza y Hungría prohíben la importación de cetáceos y la construcción de nuevos delfinarios. En países como Reino Unido, Brasil, Noruega, Polonia, Austria e Irlanda se establecen estándares tan estrictos para abrir delfinarios que resulta muy difícil operarlos.


En cambio, otros países van en sentido contrario, como España que acaba de inaugurar un delfinario en la isla Lanzarote, así como Japón, China, Estados Unidos, Rusia y Ucrania, países que, junto con México, son los que tienen el mayor número de delfinarios.

Otra de las tendencias de protección animal es la construcción de santuarios, como el Santuario de Delfines de la isla indonesia de Bali, el cual fue diseñado para estabilizar a los mamíferos marinos, devolverles la salud y evaluar si son candidatos adecuados para su readaptación y liberación en su hábitat natural. Dicho concepto se presenta como una alternativa muy atractiva para la industria de los delfines en cautiverio, que se siente amenazada por el rechazo cada vez más generalizado a la explotación animal.


En nuestros país, ha habido esfuerzos legislativos por abrir paso a la creación de santuarios y centros de rescate para rehabilitación y reintegración de mamíferos marinos, como la iniciativa presentada por la entonces senadora Rocío Adriana Abreu Artiñano de Morena (hoy diputada), quien en 2021 propuso reformar la Ley General de Vida Silvestre para prohibir el uso de mamíferos marinos en espectáculos y con propósitos terapéuticos (delfinoterapias), puntualizando la intención de evitar el sufrimiento y el maltrato de estos animales. Sin embargo, dicha iniciativa no prosperó.


En diciembre de 2022, nuevamente la senadora Adriana Abreu insistió con otra iniciativa para reformar la Ley en los mismos términos, incluyendo la opción de los santuarios. El resultado: el mismo, o sea, no fue aprobada.


Se espera que, con la nueva Ley General en Materia de Bienestar, Cuidado y Protección de los Animales, aprobada a finales del año pasado, puedan derivarse políticas públicas que logren eliminar los delfinarios y cualquier otro predio donde se violente a la fauna marina, ya que el entretenimiento humano no debe implicar el sufrimiento de ningún animal.



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